Mayra Arena fue una niña pobre que se agarraba a trompadas con sus compañeras para que no la burlaran porque tenía cartuchera y mochila de varón (heredada de sus hermanos) y que casi no tiene fotos de su infancia. Como ella misma dice, carga con todos los estigmas de la pobreza: se crió en una villa de la periferia de Bahía Blanca, no tiene papá, son muchos hermanos, su mamá nunca trabajó, dejó la escuela a los 13 años y fue mamá adolescente a los 14. “En los barrios pobres no hay concepto de niñez porque enseguida los chicos adoptan responsabilidades de adulto”, dice esta mujer que estudia Licenciatura en Ciencias Políticas y que después de haber “trabajado casi de cualquier cosa”, hoy lo hace en el sector privado.